lunes, 6 de febrero de 2012

Antes de dormir...

¿Cuántas veces los niños dan mil vueltas en la cama antes de coger el sueño, o llaman una y otra vez pidiendo agua, o una luz encendida… quizás un poco de atención cuando no hay ganas de dormir?

Afortunadamente tenemos la solución, ¡un cuento antes de dormir! Este método no sólo se aplica para agotarlos y que caigan vencidos sobre la almohada, sino que también -gracias a él- fomentamos la lectura, les ayudamos al desarrollo de su imaginación y creatividad, y lo más importante de todo, fortalecemos vínculos padre-madre-hijo.

Y es que un poco de lectura antes de dormir no le viene mal a nadie. ¡Todo lo contrario! Conseguimos más beneficios que inconvenientes. Ahora, eso sí, tiene que ser una tarea constante, para habituar y motivar al niño con un ratito de lectura. 


Si nuestro pequeño ya sabe que antes de dormir escuchará una historia maravillosa, o en su defecto, continuará en el punto en el que se durmió la noche anterior, conseguimos que la hora de acostarse no sea una batalla campal, sino un momento relajante y divertido. Para ellos escuchar un cuento, una historia, es como estar viendo la tele a través de nuestras palabras y su imaginación. 

La edad aproximada en la que se empieza a contar cuentos se estima más o menos sobre los tres años, cuando el niño ya presta un poco más de atención y se concentra en la historia. Se comienza por cuentos cortos e ilustrados, y a medida que van creciendo se van aumentando las páginas de lectura y disminuyendo los dibujos.

¿Quién no recuerda a Caperucita Roja, al Soldadito de Plomo, a Pinocho, a Blancanieves…? Son cuentos inolvidables que además de contarnos una historia nos enseñan a ser valientes, tolerantes, a ser bondadosos, obedientes, a distinguir entre el bien y el mal, etc... valores importantes a inculcar a nuestros pequeños.

Cuando el niño está aprendiendo a leer, lo más aconsejable es animarle a que sea él quien se introduzca en la historia, siempre con libros adecuados a su edad. Al principio seguramente habrá que ayudarlos, y no estaría nada mal dejar que sea él quién nos relate el texto a nosotros, así además de hacer que practique su lectura de forma diferente y divertida, podemos ayudarlos si no entienden alguna palabra. 

Cuando nos vengamos a dar cuenta ya no necesitarán de nuestra presencia y se habrán convertido en unos buenos lectores.



MM Saldaña

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